La mentamos —¿lamentamos?— el terrible alivio que esta interrupción pueda causar en este blog que desde su inicio tuvo dos encomiendas: una que jamás fue posible y la otra que está por verse. Lamentamos decirle que Ricardo es un fárrago que se aferra a las cosas ordenadas; un intonso que busca las letras y que encuentra los signos, acaso símbolos, que no comprende. Lamentamos decirles que ha perdido el tiempo pretendiendo estar completo. Lamentamos, también, que no lo esté. También se puede decir que se esclaviza continuamente a una idea absolutamente ordinaria, y le parece fantástico. Lamentamos, porque en verdad es lamentable, que le guste caminar hacia atrás y que trate de escuchar con los ojos. O, bueno, lo último, aunque no lo entendemos, no suena tan mal. Debemos anunciar que está en la escuela, y que ésta le parece un suplicio afortunado; es decir, lo odia pero hizo todo para estar ahí. Lamentamos que se sienta bloqueado, que no quiera escribir. Lamentamos que no haga otra cosa que ser él. Lamentamos que no pueda dejar de ser Ricardo.
Lamentamos que no le importe esta noticia.
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