Toda sensación tiene su consecuencia. Digamos que si me lames el cuello, mi piel puede erizarse, mi morbo continuar el camino y, por ende, la sangre puede arrojar absolutamente toda su fuerza en mi miembro. En consecuencia, resolvería dividir mi ser para hacerte llegar una propuesta que, si bien llevada, puede lograr que continúes con tu lengua por todo mi cuerpo, hasta que encuentres mi alma que estará con los brazos abiertos, dispuesta a acariciar tu espíritu. En consecuencia, ¡será el mejor día de mi vida!
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